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Historia.

Fotografía donde vemos al párroco orando en un altar de los que están situados por las calles de la villa.

José y Jesús de las Cuevas.

El día del Santo.

En todos esto pueblos, el Corpus Christi es el Día del Santo. Desde el amanecer, en Junio anda el alba por las cinco, entran en el pueblo caballerías cargadas de ramas, zarzas y retamas de la Sierra. Zahara posee uno de los más hermosos sotobosques del mundo, desde la aulaga al lentisco, y sobra donde cortar. A las nueve de la mañana, el pueblo ha cambiado de aspecto. Los arbustos, los árboles enteros, cubren las paredes de todas las casas, hasta más allá de los balcones del segundo piso. Hay quien necesita sólo para su fachada 40 ó 50 cargas de ramas. Sobre ellas caen combadas y todavía con el doblez de la cómoda, los ricos paños que se conservan en las casas de los pueblos antiguos para ocasiones semejantes. También están las inefables colchas de color de oro que, en la mañana y sobre el verde, fulgen como topacios. y los encajes. Hay casas donde la vegetación ha cubierto la fachada y, luego, han tenido que hacer un hueco con el hacha para entrar. El suelo está tapizado de juncias espesísimas, con un acre olor a río.

A las doce en punto, sobre este paisaje vegetal cerrado, sale la procesión de la Iglesia. Es una procesión diminuta, pero maravillosa. El guión de plata va delante, con su cordero cincelado y sus campanillas. El palio con los varales de playa y el sacerdote, la Custodia entre las manos, y la ropa del XVII, donde el oro centellea al sol. Hay muchos momentos en que a través del túnel vegetal que son las calles del tránsito. Los que llevan el palio tienen que separar las ramas curvadas para pasar. En cada esquina, en cada puerta de casa, se ha instalado un pequeño altar. Una mesa envuelta en damasco y sobre ella “lo mejor que en la casa había” -como apostilló el poeta Rafael Laffón. La procesión se detiene, entonces. y no sabéis cómo brilla la plata casera y antigua y la luz de las velas en candelabros sobre el fondo esmeralda del bosque pegado a las paredes.

Después de la procesión. estalla el día de la fiesta. Han llegado los zahareños, de todas partes, para el gran día. Las familias se saludan, se conocen. Las botellas se abren. El olor a planta cortada, con el calor, es aún más acre. Los huerteros de Bocaleones, por cuyas peras vienen todavía los arrieros de toda Andalucía, como en tiempos de Rodrigo Caro, beben el vino rojo del país. En la plaza venden unos seres que no encontramos más que en los pueblos lejanísimos y humildes: el vendedor de arropías, la mujeruca que vende muñecos de cartón a dos pesetas, el carrousel movido a mano. donde el amo da fuerzas y anima a los niños con una especie de salmodia ritual:

-<<¿Tenéis mareo?>>. Los niños responden como pájaros: -<<¡Nooo!>>). -<<¿Tenéis fatiguitas?>>. -<<¡Nooo!>>. -<<¿Habéis comido?>>. -<<¡Nooo!>>. -<<¿Queréis, entonces más?. -<<¡Sííí…!>>.

imagen donde vemos como la banda acompaña al Santísimo, mientras este procesiona por las calles de la villa.