Historia.
Antonio Bru Madroñal.
Una aproximación antropológica a la fiesta del Corpus en Zahara.
INTRODUCCIÓN
Zahara de la Sierra es un municipio de la provincia de Cádiz situado en torno a un promontorio rocoso -lo que le ocasiona una topografía muy accidentada- que está situado entre la Sierra de Líjar y las primeras estribaciones de la de Grazalema.
El Corpus enraizó en las tierras andaluzas como en otros lugares con un marcado carácter festivo, que complementaba el sentido mayestático y jerárquico. Y así fue como no sólo se empezaron a engalanar las calles por donde había de discurrir la procesión, sino que se asociaron a la festividad litúrgica una serie de pintorescos jolgorios populares, especialmente la tarasca, las danzas y los autos sacramentales. Entre los siglos XV y XVIII la fiesta era eminentemente popular y participativa, y el pueblo llano tenía un espacio propio y una ocasión para expansionarse. La jerarquización que siempre ha caracterizado a esta celebración no estaba reñida con la expansión lúdica. Elementos como la tarasca junto a las mojigangas y botargas, los gigantes y cabezudos, las danzas y ciertas “figuras grotescas y ridículas que ponen su contrapunto profano y burlesco a la solemnidad celebrada” (Lleó, 1975:97).
La tarasca era una representación mitológica con forma entre serpiente y dragón, alegoría de los vicios humanos y del demonio que se veían atacados y dominados por las virtudes cristianas. Esta figura monstruosa, especialmente querida por el público, iba montada por un muchacho/a o tarasquillo que se dedicaba a quitar las caperuzas a los embelesados espectadores. Las mojarrillas eran niños disfrazados de diablos que golpeaban con vejigas a todo el que encontraban a su paso. Encabezaban la procesión, aunque andaban frecuentemente de un lado a otro escapando a todo control. Estos símbolos de vicio representaban su oficio con tal grado de picaresca, que hacían las delicias del público. De andar por las calles en las vísperas del Corpus la tarasca pasó a formar parte del mismo cortejo encabezandolo. La gente se divertía tanto con ella acompañada por los gigantes y cabezudos, que quedaba poco lugar para la devoción, pues preferían ir todo el tiempo tras ellas, olvidándose del Sacramento. Otro elemento popular que se unía a la fiesta fueron los autos sacramentales. En Sevilla los organizaba el Cabildo eclesiástico y tenían lugar al término de la procesión, desarrollándose en grandes carros que actuaban durante el recorrido, delante de la puerta mayor de la catedral, estando presente los cabildos, y ante los edificios de otras instituciones.
La tercera característica de esta fiesta era la ejecución de danzas que estuvieron presentes durante siglos, aunque cuestionadas por algunos moralistas que censuraban ciertos movimientos, vestidos y actitudes de los danzantes masculinos, femeninos y travestidos (Garrido Atienza, 1889:90). Los cabildos de las ciudades encargaban cada año a dos caballeros regidores la misión de contratar danzas (de espadas o palos, saraos, zarabandas, de turcos, de cascabel, de gitanos) para la procesión. La ciudad de Jaén alquilaba en el siglo XVII los servicios de danzas de gitanos y varias parejas de volteadores, bailadores y tañedores, para que regocijaran la fiest.a Unos años por otros oscilaban entre diez y quince personas de esta etnia, debidamente vestidos según su costumbre : ellas bien aderezadas, adornadas, calzadas y bien vestidas a lo gitano, con sus “rollos y guardainfantes”, y ellos, danzando, saltando y tocando sonajas, panderos y guitarras. El interés del ayuntamiento por las danzas eran tan grande que en ocasiones avalaban a los gitanos para sacarlos de la cárcel y que pudieran danzar en la procesión (Gómez Martínez 1995:164; López Molina, 2000:737). Las danzas estuvieron presentes en las procesiones del Corpus hasta la segunda mitad del siglo XVIII en que fueron prohibidas por el rey Carlos III a petición de ciertos prelados e intelectuales ilustrados y del propio Consejo de Castilla con el rechazo de los cabildos civiles y eclesiásticos (Matute, 1887:III-131). No obstante hemos de tener en cuenta que legislar no significa implantación inmediata, pues el pueblo llano guiado por no pocos eclesiásticos que vivián en contacto directo con ellos y que participaban de muchos de sus creencias y sentimientos seguirán practicándola mucho tiempo después (Cortés Peña, 1989:43). En la actualidad, como última muestra de las antiguas danzas, solo nos queda los “Seises” baile muy refinado realizado por niños de coro de la catedral de Sevilla.
Pero no era sólo esto la fiesta, sino la representación de la sociedad estamental que discurría procesionalmente. Estaban presentes, como ya hemos apuntado, en riguroso orden jerárquico todo el cuerpo social de la ciudad representado por las corporaciones en sus cabildos civil y eclesiastico, las parroquias, las órdenes religiosas, las hermandades de gloria y penitencia, incluidas las sacramentales, los gremios en representación del mundo laboral, las universidades y colegios, y por supuesto las autoridades religiosas, civiles, militares, judiciales, universitarias, etc. Pero también los seres espirituales directamente relacionados con la protección de la ciudad: santos patronos, imágenes devocionales y reliquias. Éstas constituían un verdadero tesoro por la fuerza mágica que, según las creencias, emanaba de aquellos objetos y que otorgaba a la institución que las poseía un poder espiritual que estaba acorde con el poder temporal expresado en rentas y diezmos. La ciudad, representada por sus corporaciones armónica y jerárquicamente establecidas era puesta bajo el supremo poder de la custodia y quedaba abrazada en un círculo interior y de excelencia marcado por la carrera oficial de la procesión. El desfile discrurría y todavía discurre por las principales calles y plazas, donde se asentaban los centros de poder, pavimentadas de juncia, engalanadas con colgaduras, arcos de triunfo, luminarias y cuantos elementos contribuían a resaltar la fiesta.
La presencia de los gremios y oficios era parte sustancial de la fiesta como lo eran de la sociedad. Participaban activamente con su presencia en el desfile, así como con danzas y jolgorios que contribuían al tono festivo de la procesión eucarística. Sirva como ejemplo este texto referido a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1552, una ciudad media, capital de los estados del duque de Medina-Sidonia, según las actas capitulares:
Como han de ir los oficios en la procesión del dial del Corpus Xpti es lo siguiente: primeramente los segadores con la tarasca- luego en pos dellos los albañiles con danzas de espada - luego en pos dellos los hortelanos con danzas de espada- luego los herreros- luegos los tejedores - luego los carreteros con danza de segadores- luego los olleros e canteros- luego pintores- luego los esparteros- luego los zapateros- luego los barberos- luego los especieros- luego los sederos y en pos destos moriscos- luego los taberneros con danzas de espadas- luego los ataboneros- luego los toneleros- luego los hombres de la mar con la galea- luego los carpinteros- luego los sastres- luego los armeros- el arca del Santo Sacramento- e todos los mercaderes cons sus hachas encendidas. Y todos los oficiales han de llevar ceras en compañía de sus oficios delante del Santo Sacramento” (Barbadillo, 1947:300).
Esta participación festiva y a la vez lúdica era precedida por una fiesta popular o velada, que tenía lugar la víspera. Este hecho reforzaba la doble composición lúdico-religiosa de la fiesta, que los andaluces han mantenido hasta nuestros días. La velada del corpus en Sevilla se celebraba al anochecer en el entorno de las gradas de la catedral en la que los numerosos asistentes curioseaban los adornos y colgaduras de damasco y telas de las casas y edificios públicos de la carrera y se entretenían en comprar regalos y golosinas en los numerosos puestos de turrón, avellanas, muñecos, dulces y buñuelos que se establecían en el recorrido. En la actualidad esta víspera constituye una tradición muy sentida por los sevillanos que recorren el itinerario visitando los altares que montan las instituciones y los escaparates que adornan los comerciantes con motivos eucarísticos: la custodia, las espigas y los racimos de uva con algunas pequeñas imágenes.
El día de la fiesta discurría, según nos la ha transmitido una crónica del año 1506 en los siguientes términos: encabezaban la procesión la tarasca y los gigantes, seguían las cofradías de penitencia con sus insignias y las cofradías de los gremios con las imágenes titulares o devocionales, hermandades sacramentales, órdenes religiosas, cruces y clero de la ciudad, reliquias de la catedral, beneficiados, canónigos, custodia y arzobispo. Seguía el tribunal de la Inquisición y cerraba el cabildo de la ciudad. Resulta significativo el amplio número de documentos conservados en archivos municipales y eclesiásticos así como el interés despertado en los cronistas por esta fiesta. Ello es una prueba más de la centralidad de la fiesta para la sociedad del Antigua Régimen y del carácter oficial que tuvo siempre la misma.
Los gremios participaban institucionalmente y de forma obligatoria en la fiesta de forma que no faltaran ausencias esporádicas o permanente de algunos de ellos ya desde el siglo XVI y con ellos las danzas, exorno de arcos y otros espectáculos que patrocinaban. Fueron desapareciendo del cortejo los carros en los que se danzaba, los gigantes y las figuras alegóricas, aunque permaneció la tarasca que encabezaba la procesión. A finales del siglo XVIII , Carlos III, el rey reformador de las costumbres españolas, trató de poner fin a tanta suntuosidad y restó carácter popular a la fiesta al prohibir todos los elementos considerados profanos: danzas, gigantes, cabezudos y tarascas.
En el origen se encuentran dos formas de entender la religión, que no son sino dos maneras de relacionarse con Dios y lo sobrenatural, que representaban en esta época, por un lado los ilustrados: intimista, jerárquica, intelectualizada y preocupada por la pretendida pureza de la fe; por otro, la religión del pueblo, erróneamente explicada por la mera ignorancia, la “superstición” y los abusos, y que, aunque aprovechable habría que depurarla; era, así mismo esta concepción amiga de las expresiones públicas comunitarias, las emociones, y la relación directa y particularizada con los seres sobrenaturales. Esta actitud, constante en la historia de la Iglesia esta vigente en parte en la actualidad especialmente en Andalucía gira en torno a la Semana Santa y las romerías. Poco a poco, la procesión del Corpus va quedando en manos eclesiásticas y en las de sectores cercanos a ellos, cada vez con menos intervención del pueblo, y cada vez con mayor carácter de exaltación de los poderes eclesiásticos y civiles (Romero Samper, 1991:106, Rodriguez Becerra, 1999:165).
El siglo XIX persistirá en esa dirección, máxime teniendo en cuenta la desaparición legal de los ya obsoletos gremios, el divorcio entre el pueblo, ya convertido en gran parte en obreros industriales y mercantiles, y los eclesiásticos que se enrocaron sobre sí mismo y sus cercanos seguidores ante lo que consideraban un mundo hostil y amenazador a sus tradicionales privilegios. Recordemos que estamos en el siglo del Concilio Vaticano I que supuso una reafirmación eclesiástica ante un mundo que se alejaba cada vez más impulsado por ideologías no cristianas. La fiesta reducida ya a los actos litúrgicos continuará en la línea de esplendor de tiempos pasados, “no tan solo al mirar la riqueza y lujo de la procesión, sino también cada uno de los aspectos de los personajes que la compren…” (Adame y Muñoz, 1849:102).
La fiesta en nuestros días ha perdido el carácter popular que tuviera en el pasado. La participación del pueblo se limita a la de mero espectador de una procesión que funciona como escaparate para muchos que a no ser de esta manera no jugarían papeles representativos en la ciudad en ningún momento del año. Un dato que abunda en la pérdida de ese papel central que en otro tiempo tuviera la fiesta, es que la Institución eclesiástica haya aceptado en el marco del Concordato y de las negociaciones entre el gobierno español y la conferencia episcopal el que se traslade la festividad al domingo siguiente, salvo en aquellas contadas poblaciones que, por la significación que tiene para ellos, se ha mantenido en jueves, declarada fiesta local por los ayuntamientos. El dicho, “Hay tres días en el año / que relucen más que el sol: / Jueves Santos, Corpus Christi / y el día de la Ascensión”, trasmitido por tradición oral durante siglos ha dejado de ser real. Así mismo, la juncia que cubría y aromatizaba el suele es muy escasa o se ha perdido, e igualmente, gran parte de los adornos callejeros y altares. Por otra parte, las gentes huyen en desbandada de las ciudades en busca de las playas y la sierra aprovechando lo avanzado de la estación canicular.
Sin duda todavía hoy constituye un gran espectáculo en los lugares donde se celebra, y aún representa, aunque difuminada, la simbiosis entre la Iglesia y la sociedad civil, propia del Antiguo Régimen. Naturalmente, esta celebración goza de mayor atractivo en las ciudades que en los pueblos, pues en las primeras se dan todos los elementos enumerados con mayor excelencia, lujo y variedad, logrando un espectáculo multicolor en el que el clero, con sus vistosos hábitos y ornamentos, y en general todas las autoridades muestran lo mejor de sus uniformes de gala y condecoraciones; el ejercito, que cubría carrera en todo el itinerario ha disminuido o se ha retirado en los últimos años; en fin, un espectáculo atractivo lleno de destellos y colorido que contribuye a dar un gran esplendor a la procesión.
En Andalucía tiene especial desarrollo y brillantez en las grandes ciudades episcopales, como Sevilla, Cádiz, Córdoba, Málaga llegando a ser la principal fiesta del año en Granada. En la primera, la procesión matinal, sigue a la celebración de las horas canónicas y misa pontifical en el trascoro. Tras la misa danza los seises, vestidos de rojo y oro, ante la Custodia, el Arzobispo y la Ciudad. Al término del último baile, el alcalde sigue la tradición de poner en el sombrero de uno de ellos un doblón de oro. El cortejo está integrados por cofradias y hermandades, representaciones, clero secular y regular y Cabildo eclesiástico. El largo acompañamiento está intercalados por cofradías y hermandades, representaciones, clero secular y regular y Cabildo eclesiástico. El largo acompañamiento está intercalado por pasos, en los que se sintetiza la tradición eclesiástica de Sevilla: santas Justa y Rufina, san Leandro, san Isidro, san Fernando Inmaculada Concepción, Niño Jesús y custodia chica con relicario de la Santa Espina. Sobre las nueve y media de la mañana sale la custodia grande donde va el Sacramento, obra de Juan de Arfe, de estilo plateresco, con cuatro cuerpos decrecientes en planta circular. Los seises danza durante los ocho días siguientes a la fiesta u octava ante el Santísimo en la catedral.
Cádiz tiene su procesión de Corpus por la mañana, recorre varias calles y llega hasta la plaza de San Juan de Dios, adornada con toldos y flores. En la procesión figuran los pasos de los patronos de Cádiz, San Servando y San Germán y de la Virgen del Rosario, patrona de la Ciudad. Hasta principios de siglo se conservó las costumbre de que los barcos surtos en el puerto prestaran sus velas para entoldar las calles del recorrido procesional; también se ha perdido la tradición de que el Cuerpo Consular, fuera en la procesión con trajes de gran gala, circunstancia que realzaban mucho la celebración.
El Corpus de Granada es el que más rasgos antiguos conserva; en esta ciudad la fiesta ha mantenido elementos como la tarasca y los gigantes y cabezudos y la lucha entre lo popular y las élites quedó en tablas, cristalizando en el modelo de fiesta establecido en 1833, al que se unió la feria de ganado y ciertos elementos irónico-burlescos como las “carocas” Hay dos procesiones, una matinal, la de la festividad del Corpus Christi, delante de la cual marchan la tarasca, los gigantes y cabezudos, grupos de pajes, escudo de la ciudad, arcones y otros objetos pintorescos. La segunda procesión sale el día octavo por la tarde y carece de esos rasgos folklóricos. En la víspera de la fiesta del Corpus aún recorre la ciudad la “publicación” o “Paseo de la Ciudad”, precedido por la tarasca y los gigantes y cabezudos. Es tradición que la custodia procesional fue donada por la reina Isabel la Católica y forma un templete hexagonal. Durante toda la semana permanecen expuestas en la plaza de Bibarambla las “carocas” o quintillas de tono humorístico con dibujos, herederas de otras de tipo religioso. Concediendo con la fiesta sacramental se celebra Feria que empezó siendo de ganado en el siglo XIX y hoy sigue el esquema de otras tantas ferias de Andalucía: casetas, caballistas, etc., también conocido como modelo sevillano por la nombradía de la feria de abril de esta ciudad.
Otro tanto ha ocurrido en poblaciones menores como Casabermeja en Málaga, Marchena y Carrión de los Céspedes en Sevilla Villacarrillo y Torreperogil en Jaén, en los pueblos de la Sierra de Cádiz: Zahara, El Gastor y Algodonales, en pueblos de la Sierra de Huelva, así como de la provincia de Córdoba que alfombran las calles con serrín de colores, Granada y Almería. Entre éstos, vamos a describir la fiesta de Zahara de la Sierra, pequeño pueblo enclavado en un bello paisaje de la serranía gaditana, que viene celebrándola desde hace más de quinientos años. Esta población, reconquistada definitivamente a los moros granadinos en 1483 por don Rodrigo Ponce de León, marqués de Cádiz, ha sido una villa de señorío de la casa de Arcos hasta la desaparición de los mismos. Los preparativos de la fiesta comienzan varios días antes en que los hombre antes por iniciativa propia y recientemente organizados por el ayuntamiento se desplazan a veces a grandes distancias para sacar los ramos y la juncia y las hierbas aromáticas con la que adornan las fachadas y pavimentos de las calles del recorrido procesional. El domingo muy temprano empieza la operación de colocar los ramos en las fachadas y paramentos externos de las casas hasta la altura que dan los ramos. Posteriormente se esparce la juncia por la plaza y las tres calles del recorrido de forma tan espesa que no se vea el suelo. Hacia el mediodía tiene lugar la misa solemne concelebrada por el cura y anteriores párrocos en la iglesia parroquial. Anteriormente y hasta hace pocos años se celebraba en las gradas que dan a la plaza sirviendo como retablo y altar parte del “monumento” que se instalaba antes el jueves santo en el interior del templo.
Una vez acabada la misa se inicia la procesión que la abre una banda de música, siguen los niños de primera comunión, el guión eucarístico de plata, el palio portado por varones cercanos a la institución eclesiástica, la custodia portada por el párroco ayudado por el sacristán y los sacerdotes invitados, y los fieles. La mayoría de los presentes no se incorpora al cortejo sino que lo observa a distancia. El recorrido, verdadero vegetal perecedero, abarca las tres calles principales en donde hasta hace poco vivían las familias más pudientes. Terminada la procesión comienza la fiesta profana, que tiene lugar en la caseta municipal instalada en la plaza y en la calle principal. Los bares se llenan de gente, los numerosos forasteros recorren el pueblo para abandonarlo de inmediato permaneciendo sólo los naturales, sus familiares venidos de fuera e invitados. Los vecinos reciben estos días la visita de algunos familiares a los que dan cobijo y alguno organiza una fiesta a la que invita personas de fuera con la que mantiene relaciones comerciales, de dependencia o amistad. El conjunto musical tocará desde la tarde hasta la madrugada en la caseta. La fiesta continúa al siguiente día con más baile en la caseta, al tiempo que se realiza alguna actividad recreativa. Los niños jugaban hasta hace pocas décadas con la juncia haciendo montones que defendía como botín de guerra infantil armados con cachiporras hechas del mismo material. (Bru Madroñal, 1997 y 1999).
El Corpus de la postrimerías de la Edad Media y la Edad Moderna era una fiesta en la que se representaba la concepción del Mundo en todos sus niveles, distinguiendo los diversos planos y haciéndolos presentes a través de determinados símbolos. No había dicotomía entre lo religioso y lo profano y por ello se mezclaban pero no se contraponían; lo sagrado salía fuera de los tempos y sacralizaba los espacios públicos en un espectáculo que situaba al espectador en el centro de la acción (Lleó, 1975:103). El Concilio de Trento va a respetar la visión medieval del mundo manteniendo la concordia entre lo mundano y lo divino y específicamente va a respaldar la procesión del Corpus; el Barroco incluso va a impulsar ciertas expresiones; el racionalismo borbónico va a iniciar un distanciamiento entre el pueblo y la fiesta que hará de esta una ceremonia de exaltación del poder de la Iglesia y del Estado.
La fiesta del Corpus Christi, nacida de una experiencia concreta que se intentó hacer ecuménica por decisión papal, nunca ha sido aceptada plenamente por el común de los creyentes en sus contenidos teológicos y simbólicos y en su expresión iconográfica: la hostia, las espigas de trigo y los racimos de uva. El misterio sacramental de la transubstanciación que ello encierra es difícil de entender por el pueblo y más aún identificarse con él, por ello no ha despertado ni sentimientos ni devociones encendidas. A ello habría que unir que a la eucaristía, salvo en contadas ocasiones y entre personas del clero o influidas por el misticismo, no se le ha atribuido la capacidad de obra milagros, lo que constituye una prueba inequívoca de la falta de devoción popular. Sin milagros no hay religión y mucho menos religión popular. Por otra parte y como ha quedado de manifiesto, desde el siglo XVIII ha sido una celebración fundamentalmente eclesiástica, que ha dado cabida a los poderes establecidos: eclesiásticos, militares y civiles.
A pesar de ello, la jerarquía eclesiástica sigue aferrándose a principios que niegan los hechos como lo muestra la referencia del papa Juan Pablo II, en el discurso a los obispos de las provincias eclesiásticas de Sevilla y Granada, con ocasión de la visita ad limina refiriéndose a la religiosidad de los andaluces: “ De modo especial deberéis fomentar y canalizar las tres devociones peculiares, que han sido desde hace siglos, y continúan siéndolo todavía, objeto de predilección de la religiosidad popular de vuestras gentes. Me refiero a la devoción a Jesuscristo en el misterio de su Pasión y en el Sacramento de la Eucaristía, así como a la devoción a su madre Santísima en los misterios de dolor, de gozo y de gloria” (Referido por Amigo Vallejo y Gómez, 2000: 17-18). Esta afirmación no responde a la realidad sociológica: la ostia consagrada en la custodia no recibe culto alguno por parte del común de los fieles, las cofradías sacramentales están casi desaparecidas o incorporadas a las de penitencia y, en todo caso, están en manos de gente muy cercana a la institución eclesiástica. De poco ha servido el apoyo institucional eclesiastico y civil y la apoyatura del patrimonio artístico y el elaborado ritual para ganar al pueblo. Éste, actualmente, no se identifica con Jesús sacramentado sino con las imágenes de la virgen María en algunas de sus advocaciones y, en un segundo término estadístico, con los cristos y nazarenos cuya representaciones figurativas concitan la devoción de la mayoría de los andaluces.
En síntesis, las reformas carolinas que tanto afectaron a la vida tradicional española, hicieron del Corpus una fiesta-espectáculo de exaltación del poder de la Iglesia y del Rey y sus respectivos representantes, una vez que fueron prohibidos los juegos, danzas y la tramoya festivo-alegórica que representaban la tarasca, los diablillos, los gigantes y cabezudos. Tras esta prohibiciones el pueblo pasó de ser actor a pasivo espectador y, en gran medida, se ausentó, una vez que el espectáculo grandilocuente de imágenes, colorido de los trajes talares y uniformes se repetía año tras año sin la menor alteración. Estas reformas no fueron contra la fiesta del Corpus en su concepción jerárquica y mayestática, sino contra la forma de celebrarla, en un intento de racionalizar la vida y las costumbre festivas de los españoles y andaluces. Tan es así que esta fiesta fue de las pocas que fueron autorizadas para poder seguir recibiendo fondos de los ayuntamientos, dejando fuera a otras muchas nacidas de la propia historia local.
Los elementos tradicionales que arrancaban desde la Edad Media y más claramente desde el Renacimiento, tales como la tarasca, los gigantes y cabezudos y los demás personajes pasaron de ser símbolos creados para mantener la fe en los misterios cristianos a ser considerados elementos irreverentes y de mal gusto. Las reformas carolinas sin la posterior disgregación de la sociedad estamental y los consiguientes enfrentamientos de clase nunca hubiesen sido efectivas. Las autoridades de todo tipo, salvo períodos muy excepcionales, han estado siempre presidiendo las procesiones. el pueblo llano y los gremios, terminaron por retirarse de la procesión. El Corpus que hoy presenciamos en ciertas ciudades históricas poco conserva de lo que fue la fiesta hasta el siglo XVIII. Con anterioridad significó la síntesis entre lo popular y lo culto, en la que los gobernantes y gobernados participaban complementandose y ocupando cada uno el puesto que la sociedad les asignaba. Quedan todavía elementos y modos carnavalescos en algunas de ellas como huellas del pasado, convertido hoy en manifestaciones del patrimonio cultural y no de la cultura entendida en sentido antropológico.
Los andaluces como tantos otros pueblos han adaptado, seleccionado y reelaborado los misterios y rituales religiosos formulados por la Iglesia, jerarquizandolos, simplicándolos e incluso excluyéndolos. La fiesta del Corpus Christi como expresión del poder de la Iglesia y de las instituciones civiles ha pervivido mientras ha ofrecido atractivos lúdicos y participativos y ha decaído cuando se ha convertido era mera expresión simbólica de estos poderes. Los procesos de secularización y racionalización y la diversificación de las ofertas de ocio han hecho el resto. La fiesta del Corpus de ser en otro tiempo pretendidamente la fiesta del poder divino y humano para todo el orbe ha devenido, para unos pocos pueblos y ciudades, en ritual de afirmación de identidad y para el resto, una ceremonia religiosa más sin mayor trascendencia religiosa o social.
Durante todo el Antiguo Régimen fue villa de señorío de los Ponce de León comprendiendo su territorio los actuales términos de Algodonales, El Gastor y parte de los de Grazalema y El Bosque. Por su situación entre el Valle del Guadalete y el extremo Occidental de la Andalucía Penibética, en la Baja Edad Media fue lugar de comercio entre la Andalucía reconquistada y el reino Nazarí de Granada; y por sus proximidades pasaba el camino entre ambas zonas. Así lo demuestra la toponimia y la Ciuitates OrbisTerrarum, de Braun prueban, fue lugar de paso entre el valle del Guadalete y el Oeste de la Andalucía Penibética.
Hasta los años sesenta del presente siglo -época en que empieza a producirse la crisis de la agricultura tradicional, que se agudiza conforme avanzan los planes de desarrollo emprendidos entonces-, la población tenía unos 3.000 habitantes que, en su mayor parte se dedicaban al sector primario. Sobre todo, a una agricultura que, salvo en las riberas de huertas de Arroyomolinos y de Bocaleones, era de secano cerealístico y de olivar, trabajados ambos sin ningún tipo de energía mecánica.
La escasa población activa restante estaba ocupada en la administración -funcionarios municipales, enseñanza y sanidad- algunos establecimientos mercantiles -tiendas y bares que se explotan familiarmente- y artesanales - reparación de calzados, peluquerías… - y unas actividades industriales -herrería, varias panaderías y tres molinos de harina, explotados unas y otros también en régimen familiar, y uno de aceite-. Este último, era el único centro de trabajo que reunía, si bien sólo estacionalmente, a unas dos decenas de hombres.
Desde los años citados anteriormente hasta la actualidad y como es de suponer, Zahara ha conocido una serie de transformaciones. Entre ellas consideramos interesante citar:
- La disminución de su población, que se ha reducido hasta casi la mitad.
- La pérdida de importancia del valor de la producción agraria - aunque sólo sea proporcionalmente- respecto a otros sectores ocupacionales.
- Un aumento de los costes de explotación de las tierras y cultivos no mecanizables muy superior al incremento del valor de la producción.
- La transformación de la propiedad agraria. Una gran parte de las tierras ha pasado al sector público -bien para la creación de un Parque Nacional, bien con ocasión de la construcción de embalse-. Como consecuencia de ello y de la transformación anterior, prácticamente ha desaparecido totalmente el tipo de propietario que vivía exclusivamente de los ingresos que le proporcionaban sus tierras por aparcería, arrendamiento o explotación mediante trabajo asalariado.
- La institucionalización por parte de los poderes públicos de unas fuentes de ingresos como el Empleo Comunitario o los Planes de Empleo Rural para disminuir los efectos de la escasez de trabajo agrícola y su estacionalidad.
- Una notabilísima mejora de las condiciones de vida de la mayoría de sus habitantes. En la actualidad, si hacemos caso a las estadísticas, tienen uno de los más altos índices de bienestar social de la provincia.
- Por todas estas modificaciones, que conllevan un cambio radical respecto a las fuentes de empleo, las relaciones sociales tradicionales de clientelismo, patrocinio e influencia, han disminuido notablemente de grado y, sobre todo, han cambiado de protagonistas casi totalmente.
El calendario festivo de la localidad, está compuesto de:
- El Día de San Juan -24 de Junio-, que es la fiesta específica del ya citado lugar de Arroyomolinos.
- La feria, tradicionalmente celebrada entre el 20 y el 23 de Agosto. Sin embargo, desprovista hoy de toda funcion mercantil y modificados los hábitos de diversión pupular, ha quedado reducida a una especie de verbena -en ocasiones combinada con una suelta de vaquillas- con sesiones de tarde y madrugada y ha acomodado su calendario para que parte de sus días coincidan con el fin de semana más próximo a sus fecha tradicional.
- El Dia de S.Simón y S. Judas Tadeo (28 Octubre), en que se conmemora la conquista definitiva de la plaza por las tropas cristianas en 1483. Durante el régimen de Franco, tenía un contenido casi exclusivamente oficialista -en esencia consistía en una ceremonia cívico-religiosa y una recepción en la Casa Consistorial a las que podían denominarse “fuerzas vivas” locales-. Desde la elección democráticas, se le ha tratado de dar carácter popular.
- El Carnaval, que sólo desde la finalización del anterior régimen, al igual que sucedió durante la II República, ha cobrado auge.
- Y el Corpus Christi, que es, sin duda, la fiesta mayor de la localidad y que -al contrario de la feria-, mantiene un modelo de celebración que apenas ha variado desde mediados de siglo hasta el momento actual.
DESCRIPCIÓN
Cualquier persona que en el día en que la Iglesia celebra el Corpus Christi se acerca a Zahara, aparte de los rasgos típicos de toda fiesta local -bullicio en la calle, presencia masiva de gente en los bares, música interpretada por una banda durante la mañana y celebración de los actos de culto, y por un grupo de “música moderna” desde la terminación de aquéllos, baile…-, puede observar otros que son comunes a esta fiesta religiosa en buena parte de España -misa solemne y procesión eucarística por un circuito de calles adornadas con materias vegetales y colgaduras-. Pero además se encontrará con que el tapiz vegetal formado en esas vías es sumamente tupido y que aparte de cubrir el suelo comprende también las paredes. También todo visitante que asista a la procesión verá que su recorrido está salpicado por unos altares -unos diez- que, salvo el situado ante la fachada de la Ermita de San Juan, los demás están junto a la entrada de algunas viviendas y en los cuales el Santísimo hace estación.
La procesión eucarística, en lo fundamental, se compone de los siguientes elementos: los ciriales, que abren paso; el llamado Guión, banderola de plata labrada con motivos religiosos; una bella custodia del Santísimo que, bajo palio, lleva el párroco; una banda de música que entona himnos eucarísticos; y detrás una gran muchedumbre de zahareños y de forasteros que acuden a la fiesta.
La materia que cubre el suelo de las calles es casi exclusivamente juncia, que suele traer mezcladas plantas aromáticas que, como el poleo, crecen junto a ella. La capa que compone alcanza el espesor suficiente para componer una alfombra con distintos tonos de verde que apenas deja ver el pavimento sobre la que está depositada.
Por su parte, las paredes de las calles por las que la procesión pasa se tapizan con ramos de árboles tales como el fresno, el álamo, el sauce, el castaño y el eucalipto. Esta cubierta normalmente tapa toda la planta baja de las casas salvo sus accesos. Además, en los balcones se ponen colgaduras que engalanan aún más las fachadas.
En cuanto a los altares antes aludidos, en esencia constan de una mesa cubierta de paños con encajes y bordados, y adornada con jarrones y flores. En alguna ocasión y por su simbolismo eucarístico, en los jarrones se colocan espigas de trigo y racimos de uvas -inmaduras por la relativa lejanía a la época de la vendimia-. También alguna pequeña escultura de motivo religioso y otros objetos de mayor o menor valor artístico suelen adornar los altares. Junto a cada altar, que está adosado a la pared aunque separado de ella por una colgadura, se disponen macetas.
A nuestro juicio, el exornos del circuito procesional -de una belleza plástica auténticamente impresionante-, las calles que lo componen, la localización de los altares y algunos rasgos de la procesión eucarística son, además de las formas de participación de los vecinos en la fiesta, los elementos en los que radica la especificidad del Corpus en Zahara y los que dan pie a su interpretación antropológica.
PARTICIPACIÓN
En la participación de los zahareños en el Corpus pueden distinguirse aspectos que se corresponden respectivamente con su preparación y con su celebración. Además en ambas existen facetas que son coincidentes con las de cualquier otra fiesta local, especialmente de las que tienen lugar en el ámbito rural, y otras que se deben al carácter específico que la que nos ocupa tiene en Zahara.
Entre las primeras, que afectan a la práctica totalidad de los zahareños, pueden citarse, por ejemplo, el blanqueo de fachadas y la adquisición de vestuarios para ser estrenado dicho día.
Por otra parte, en cuanto a la celebración propiamente dicha, además de los actos religiosos, en los distintos domicilios tienen lugar reuniones de familiares y amigos en las que se comparten comida y bebida, que exista una afluencia mayo a los bares que en los días ordinarios y que, al igual que sucede durante la feria, la banda municipal toque diana y haya baile en la Caseta Municipal.
Sin embargo, son las facetas relacionadas con los aspectos específicos, ya apuntados, los que tienen verdadero interés para llevar a cabo una interpretación de la significación y funciones que la fiesta del Corpus tiene en Zahara. Dicha interpretación la llevaremos a cabo tomando como fundamento basándonos en las obras que relacionamos en la tipología de funciones que se exponen en una muy divulgada obra sobre las fiestas andaluzas (Rodriguez Becerra, 1985:25-40) y teniendo en cuanto algunas consideraciones sobre el significado de los símbolos señaladas por Turner (Sperber, 1988,34-15). Apoyándonos en ello, vamos a centrar nuestra atención sobre la forma en que la comunidad local participa en la preparación de la fiesta del Corpus y en algunos rasgos de la propia celebración.
Así, la simple observación nos revela que, aunque, en general, todos los habitantes del pueblo toman parte en la fiesta, lo hacen difernciadamente según su edad, domicilio, sexo y status social.
Los niños, por ejemplo, participan en la fiesta desde varios días antes y, hasta no hace muchos años, continuaban haciéndolo hasta unas fechas después de que acabara formalmente. Naturalmente, su participación tiene lugar mediante el juego -como es sabido, poderoso medio de enculturación-. Así, en Zahara se confeccionan juguetes y se practican juegos directamente relacionados con el Corpus.
Los juguetes aludidos son una especie de látigos y fustas -cachiporras en la terminología local- que se hacen con la juncia; naturalmente desde que ésta empieza a ser traída a las casas días antes de la festividad.
Durante los dos días en que las calles permanecen adornadas, la capa de juncia permite a los niños rodar gozosamente por el suelo -rodar botija-, librar batallas con bolas hechas con dicha materia o poner trampas para hacerse caer unos a otros. Además los ramos que cubren las paredes les posibilita enormemente el juego del escondite.
SIGNIFICACIÓN.
Como cualquier fiesta comunitaria, la del Corpus en Zahara está cargada de significación y funciones, algunas de ellas manifiestas y otras más o menos ocultas.
La significación más patente es, evidentemente, la religiosa. Ello se infiere de la celebración de unos actos litúrgicos, de la acomodación de su fecha al Calendario Eclesiástico y de que las únicas calles que se adornan son sólo aquéllas por las que la procesión transcurre.
Obviamente, la significación religiosa del día Corpus es común en todo el mundo católico. Por esta razón, si su celebración tiene en Zahara unas características peculiares se debe a que tiene además otras significaciones o funciones de tipo social que, aunque no siempre están presentes de manera consciente en todos los que en la fiesta participan -de una u otra forma todo el pueblo-, no por ello han dejado de influir en que la fiesta haya adquirido la forma en que ahora la conocemos y que, a grandes rasgos, se mantenga con escasas variantes a lo largo de generaciones.
En la actualidad, debido a las transformaciones socioeconómicas ya aludidas, la búsqueda de juncia y ramos, su corta - en gran medida fuera del término municipal- y traída son realizadas para la inmensa mayoría de los vecinos por personal a cuenta del Ayuntamiento, el cual cobra a cada uno la parte correspondiente de los gastos en función de las cantidades que de una y otros necesiten.
De todas formas, al igual que antes, los vecinos que tienen casa en el recorrido procesional son quienes continúan sosteniendo el rasgo más distintivo de la fiesta.
Ahora bien, la preparación de la fiesta no acaba aquí, pues, en las primeras horas de la mañana del Corpus hay que adornar las calles. Labor en que hombres y mujeres desempeñan actividades distintas.
Primeramente, los hombres colocan los ramos en las fachadas; lo que se lleva a cabo según unas pequeñas reglas que apuntan a que la pared quede cubierta al máximo posible. Así por citar sólo dos, los ramos han de situarse de forma que el haz de las hojas quede hacia el exterior, y los más altos y frondosos a ambos lados de la puerta de la casa.
Como es muy difícil que cada vecino pueda realizar las operaciones descritas individualmente, lo normal es que se realicen en grupo, como mínimo por parejas. Por ello es corriente que aquellas casas cuyo dueños cuentan con trabajadores empleados más o menos de forma permanente sean adornadas por éstos, solos o con la colaboración de sus patronos. Por el contrario, quienes no disponen de este tipo de empleados -la inmensa mayoría- han de llevar a cabo el adorno en cooperación con familiares, amigos y sus vecinos inmediatos.
Tapar el suelo con la juncia tambien ha de hacerse intentado que el pavimento quede totalmente oculto. Para ello los haces que cada vecino a acopiado en sus casas son desparramados en manojos en el trozo de suelo que queda entre su fachada y la mediación de la calle. Esta operación es más sencilla y se realiza después de la colocación de los ramos.
Tanto en la colocación de los ramos como en la echada de la juncia el Ayuntamiento tiene un menor protagonismo que en su corta y traída. Se limita a adornar los edificios que depende de él, como la propia Casa Consistorial y la Biblioteca, y de la Iglesia. y también echar la juncia delante de ellos y en las zonas centrales de las plazas y de algún trozo de calle de mayor anchura de la que los vecinos pueden cubrir totalmente a sus expensas.
Pero también en el adorno del circuito procesional tiene la mujer un papel específico. Se trata de la colocación de colgaduras en los balcones. Ahora bien, como en la inmensa mayoría de los casos las colgaduras suelen ser colchas hechas de encaje, puede considerarse que, aunque sea de forma indirecta, las mujeres dedican muchísimo tiempo a la preparación del exorno de las calles. En cualquier caso, la exposición pública de su labor artasa es ocasión para que quede de manifiesto su habilidad en tejer con agujas y el hilo.
Otras mujeres, las dueñas de las casas que instalan altar, tienen además otro cometido en la preparación de la fiesta. Pues se encargan de su colocación y engalanamiento.
Por lo que a la procesión respecta, los hombres tienen un papel más destacado que las mujeres, pues tales son los que llevan el palio y el portador del guión.
Por otra parte, las familias ante cuya casa transcurre la comitiva se sitúan en el umbral de su puerta mientras ésta pasa, ya la que suelen incorporarse tras ello.
En la actualidad, transcurridas la celebración de la misa y la procesión eucarística, la fiesta se torna exclusivamente profana con los mismo contenidos lúdicos que los de cualquier otra y además, como la cubierta vegetal de las calles se presta, éstas se convierten en una especie de escenario en el que, como hemos dicho antes, los niños juegan y los jóvenes, sentados sobre la juncia, conversan, cantan…
También antes, tras la fiesta, cuando los vecinos habían de retirar ramos y juncia y limpiar las calles -en la actualidad el Ayuntamiento hace estas labores en un sólo día- parte de aquellos materiales se acumulaban en algunos de los lugares más bajos del pueblo y los crios continuaban jugando sobre aquéllos. Así, por ejemplo, practicando la lucha, revolcándose, saltando más o menos acrobaticamente…
Por su parte, los adultos que poseen casa en las calles por las que transcurre la procesión son, casi con exclusividad, directa o indirectamente los auténticos protagonistas de la preparación de la fiesta, pues han de preocuparse de recoger las materias con las que adornarán calle y paredes. Por ello, en los días previos, cada uno tiene que hacer acopio de la juncia y en la víspera, de los ramos, que no pueden cortarse con mayor anticipación sin que se estropeen.
Para esta operación, antes de la crisis agraria ya mencionada, quienes empleaban permanentemente obreros agrícolas y tenían animales de labor los enviaban a donde había juncia y los árboles adecuados -principalmente las riberas de huertas de Arroyomolinos y de Bocaleones- para su corta y acarreo.
Los pequeños propietarios que disponían de un animal de carga realizaban estas faenas para sí mismos, no siendo raro que tardaran más de un día en completarlas. El resto de los vecinos habían de procurarse los materiales necesarios encargándolos a arrieros mediante la correspondiente remuneración. Puede decirse que estos últimos eran los únicos que cobraban específicamente por tareas relacionadas con la preparación del adorno de las calles, pues ni a la juncia ni a los ramos se les ha atribuido valor material alguno. La primera porque se solía obtener en parajes -márgenes del río o arroyos, sobre los que nadie ejerce un dominio directo-. Los segundos porque los dueños de las arboledas de las que se sacaban los han venido ofreciendo de forma gratuita. Ello les permitía realizar un acto piadoso y tener protagonismo en la celebración si no disponían de casa en la parte del pueblo que se adorna o aumentarlo en el caso contrario.
A nuestro modo de ver, las funciones aludidas son:
- Ser elemento a través del cual se refuerza la identificación de los naturales con la comunidad a la que pertenecen, es decir, con la localidad.
- Permitir una manifestación explícita de las diferencias de status social de sus habitantes.
- Servir de vía para reforzamiento de los lazos que unen a los distintos componentes de las familias y a los vecinos en general.
A continuación tratamos de explicar cada una de estas tres funciones.
Para los zahareños, la fiesta del Corpus es el símbolo más representativo de su comunidad. Y en demostración de ellos ofrecemos varios datos.
El primero es el hecho de que cuando alguien natural de Zahara, o se considera como tal, desea invitar a algún forastero visitar la localidad, particularmente si esta visita es la primera, la fecha que elige para que tenga lugar es la del día del Corpus.
El segundo es que esta fiesta es la fecha más atractiva para que los zahareños que viven fuera visiten el pueblo.
El tercero se manifiesta a escala institucional y administrativa. Se trata de que el motivo que el Ayuntamiento elige para promocionar turísticamente al pueblo está casi siempre relacionado con la fiesta que nos ocupa, y particularmente con el exorno de las calles.
En nuestra opinión, la principal vía por la que tiene lugar la identificación de los naturales de Zahra con la fiesta del Corpus es la emoción estética que surge al contemplar sus calles adornadas. En el día del Corpus, el circuito de calles adornadas es recorrido por muchos zahareños ya antes de que la procesión tenga lugar, buscando aquellos sectores en los que -como la calle Alta-, por su estrechez más resalta la belleza general del conjunto. Ahora bien, si a dicha emoción añadimos los demás sentimientos que despiertan los otros componentes vivenciales de la fiesta -tanto los puramente presentes como los evocadores del pasado-, es lógico que la fuerza emotiva que sobre los zahareños ejerce el Corpus alcen un grado mayor que los que despierta cualquier otra de las fiestas de la localidad.
En cualquier caso, hasta tal punto es notable la impresión anímica -de admiración por su magnificencia- que el día del Corpus causa en los zahareños que ha dejado su huella en el lenguaje. Así, por ejemplo, para expresar asombro ante un suceso o actitud más o menos incomprensibles existe en Zahara una expresión muy concreta: “¡ Esto es más grande que el Día del Señor!”.
Por ello, incluso para los no creyentes, el Corpus es la fiesta mayor de Zahara.
Pero también el del Corpus es la ocasión en que, de forma explícita y con un cierto refrendo de carácter religioso, se manifiestan las diferencias de status social que había entre los distintos habitantes de la localidad. Insistimos en que estas diferencias de status no son actuales sino que, como hemos apuntado, tienen su referente en el pasado, en la época en que la celebración del Corpus tomó en Zahara la forma que en la actualidad presenta y que se corresponde con aquélla en que la tierra no sólo era prácticamente la única fuente de riqueza sino también la que confería el prestigio social. Fenómeno éste que, como es sabido, ha persistido en la sociedad andaluza y, por consiguiente, en la zahareña, al menos hasta principios de los años sesenta.
Para poder comprender la significación de la fiesta del Corpus como medio de expresión de la diferenciación social es preciso considerar previamente la distribución de la propiedad de la tierra en la localidad hasta los años citados y el grupo de calles que recorre en exclusiva la procesión eucarística y casi todas las demás procesiones que se celebran en el pueblo.
Hasta el inicio de los Planes de Desarrollo, la tierra se distribuía, en lineas generales, en tres grupos de propietarios:
- El primero, cuyos miembros recibían, como en tantísimos lugares de Andalucía, la denominación de “señoritos”, estaba compuesto por quienes, independientemente de contar o no con otras fuentes de ingreso, disponían de las tierras suficientes para poder vivir de ellas sin necesidad de trabajarlas con sus propias manos. Este grupo estaba compuesto aproximadamente por una decena de familias nucleares, algunas de ellas emparentadas entre sí. Conjuntamente estas familias poseían más de la mitad de las tierras del término municipal, al menos de las cultivables.
- El segundo estaba compuesto por quienes disponían de las tierras suficientes para que, eso sí, trabajándolas directamente pudieran vivir exclusiva o casi exclusivamente de los ingresos que éstas les proporcionaban.
- El tercer grupo lo formaban aquéllos que poseían una cantidad de tierras cuya rentas sólo eran una parte complementaria de sus ingresos, en su mayor parte obtenidos mediante su trabajo en tierras ajenas o en otras actividades. Este grupo de propietarios era el más numeroso pero su importancia social era muy reducida en comparación con los dos anteriores y, sobre todo, en relación con el primero.
Por otra parte, el circuito que recorre la procesión está compuesto por dos plazas y tres calles y, a nuestro juicio, goza de cierta superioridad, podemos decir, respecto al resto de las vías de la población. Esta superioridad, a nuestro modo de ver, se manifiesta en que dichas vías, particularmente en las dos plazas y en la calle que las une:
- Hacen las veces de -permítasenos la expresión- de centro urbano. De esta forma, en ellas se ubican los edificios más importantes desde el punto de vista religiosos, político-administrativos, económicos, cultural y recreativo. En cada plaza se encuentra una Iglesia y, en una de ellas, además, el Ayuntamiento. También en ambas plazas y en la calle que directamente las comunica se encuentran las oficinas bancarias, la Casa de la Cultura y la mayor parte de los establecimientos de hostelería. Las otros dos calles, desde luego sin llegar al mismo grado, también han sido lugares notables. En una de ellas se abrió la primera entidad de ahorro y crédito que hubo en la localidad y en la otra estuvo el primer cine del pueblo y la Casa-Cuartel de la Guardia Civil antes de que la situarán a las afueras.
- Todas ellas fueron las primeras en ser pavimentadas con cemento. El resto continuó con su empedrado primitivo durante casi veinte años.
- En no pocos casos un ascenso de status social de un natural de Zahara se traduce en la adquisición de una vivienda en alguna de las calles o plazas por la que pasa la procesión del Corpus o en sus inmediaciones
- Y lo que es más revelador, de la decena aproximada de propietarios del primer grupo, la mayor parte poseía vivienda y, en ciertos casos, algunos otros inmuebles en dicho sector del pueblo. Donde además, vivían más propietarios de los otros dos grupos que familias que no dispusieran de ninguna tierra. Mientras tanto, en el resto del pueblo, la proporción de dueños de tierras que vivía en él respecto a los no propietarios era sensiblemente menos.
Por ello estimamos que, en principio, la fiesta del Corpus era la ocasión y el instrumento del que se valían los propietarios de tierras para que, colectivamente, se reflejara de forma manifiesta su superior status sobre los no propietarios. Debido a los cambios socioeconómicos ya citados, en el presente puede decirse que esta función del Corpus está fosilizada. Ahora bien, en las calles por las que pasa la procesión eucarística no todos los que vivían eran grandes propietarios y, en algún caso, ni siquiera pequeño. ¿Por qué entonces llegaron a adornarse todas las fachadas, incluso las que no eran de viviendas? Creemos que por razones estéticas, religiosas y de simple imitación.
Indudablemente, el extraordinario efecto estético que el adorno de las fachadas y pavimentos causa, sólo se alcanza mediante el exorno completo del circuito procesional. La colocación de ramos y juncia exclusivamente ante las viviendas de los propietarios produciría una discontinuidad que lo imposibilitaría. Era preciso que se adornaran todos los edificios.
Por otra parte, no conviene olvidar que el coste en trabajo o en dinero que el adorno de la casa comporta, particularmente si la fachada no es muy grande -como solían ser las de los pequeños propietarios o las de los que carecían de tierras-, no era ni es excesivo. Considerando esto, adornando sus fachadas y trozo de calle, estas familias -algunas, de economía muy modesta- podian participar en la fiesta de un modo semejante o como la hacían los más pudientes y con tal ocasión mostrarse, aunque solo fuera ilusoriamente, como sus iguales y consiguientemente superiores a los que vivían en otras zonas del pueblo. Además, por mediar el sentimiento religioso, se esforzarían en ello (su forma de pensar por este sentimiento podría ser semejante a: “ si el Señor pasa por delante de nuestra casa ella debe estar como las de los demás”).
En contra de la interpretación expuesta se puede objetar que, aunque en menor proporción, también había propietarios -incluido alguno del que hemos llamado primer grupo- que vivían fuera del circuito procesional establecido y que éstos, para hacer notar también su superioridad, pudieron presionar para qué se estableciera una rotación de las calles por las que pasará la procesión eucarística. De esta manera ellos y sus vecinos también tendrían ocasión de adornar sus casas. Nosotros desconocemos que este tipo de presiones haya tenido lugar alguna vez; en cualquier caso, si existieron nunca tuvieron efecto.
De todas formas, también que existe otro factor que, quizá, también ha contribuido a que el circuito procesional se haya establecido rígidamente tal y como ahora lo conocemos. Se trata de que es el único conjunto de vías del pueblo que permiten trazar un tapiz vegetal continuo.
No obstante, creemos que el factor determinante en que el grupo de calles que se engalanan sea siempre el mismo es el sociológico. Dichas vías son las que invariablemente sigue la otra procesión más solemne que se celebra en Zahara, la del Santo Entierro.
Por el contrario, otras procesiones suelen variar, al menos en parte su itinerario para pasar tambien por otras calles del pueblo.
Como hemos apuntado ya, todos los vecinos de las calles por las que pasa la procesión del Corpus, al adornar sus casas, pese a las notabilísimas diferencias de status existentes entre ellos, se mostraban ante los demás vecinos del pueblo como iguales. Por ello posiblemente, los grandes propietarios, con el refrendo eclesiástico correspondiente, encontraron la manera de sobresalir. Esta fue la colocación ante su puerta de los altares ya referidos para que el Santísimo hiciera estación. Con ellos, tenemos la repetición de un elemento religioso y precisamente en la misma fiesta como símbolo de diferenciación social.
Por otra parte, del mismo modo que el adorno de sus fachadas y trozo de calle igualaba a todos los que poseían casa en el recorrido procesional, la colocación de altares manifestaba equiparados, por encima de las diferencias de fortuna que tambien se daban entre ellos, a quienes los instalaban.
Somos conscientes de que, que algunos altares -dos o tres- están, y antes también lo estaban, colocados ante viviendas que no son ni eran de grandes propietarios y hubo alguno de éstos que jamás tuvo un altar ante la suya. Sin embargo ello no invalida la explicación que ofrecemos sobre el origen de la generalidad de ellos. La concesión de un altar era -como lo es ahora, potestad exclusiva del párroco-. Por ello, bastaba cierta influencia o ascendiente sobre él para poder conseguirlo. No es de extrañar, por tanto, que las casas que poseen altar y no pertenecen ni han pertenecido a grandes propietarios sean o fueron de personas muy vinculadas a la parroquia por una relación profesional o por una acendrada, al menos externamente, religiosidad.
Además, sabemos que el gran propietario -de notorio sentir religioso- cuya vivienda no contó con altar tambien puso de relieve -es posible que sin proponérselo- su pertenencia a la élite socioeconómica local a través de la vía religiosa y, más concretamente, eucarística. Sin embargo lo hizo con un matiz singular e incluso exclusivo. Sabemos que esa persona fue la que adquirió el notable Monumento en el que se expone el Santísimo de Jueves a Viernes Santo. De esta forma, para nada necesitaba situar en el Corpus un altar en su puerta.
Como consecuencia de los cambios socioeconómicos habidos en Zahara desde los ya referidos años sesenta, se ha producido una alteración en la distribución de los altares. Estos cambios, según se infiere de nuestra observación, responden a las reglas siguientes:
- La casa donde se instala un altar conserva el derecho a mantenerlo después de que las personas que vivían en ella trasladen su domicilio a otro lugar fuera del circuito procesional. De esta forma el nuevo propietario, si quiere, puede seguir instalandolo.
- En el caso de que el nuevo propietario decida no seguir con la instalación, el vecino de una casa próxima puede instalarlo ante la suya.
A título de curiosidad, añadimos que entre los años sesenta y los actuales no ha variado el número de altares aunque sí su distribución. A continuación indicamos la que existía antes y la de ahora:
Por otra parte, en la procesión eucarística también existen dos rasgos que corroboran nuestra interpretación de que una de las funciones de la fiesta del Corpus es la de demostración de status.
LUGARES | AÑOS SESENTA | ACTUALMENTE |
---|---|---|
Plaza de España | 2 | 1 |
Calle San Juan | 2 | 2 |
Plazoleta | 1 | 2 |
Calle Ronda | 1 | 2 |
Calle Alta | 4 | 3 |
Total | 10 | 10 |
Uno, es que el portador del Guión, que es figura destacada singularmente en la composición del cortejo, lleva el apellido de una de las familias del primer grupo de propietarios, la cual, de modo exclusivo y de generación en generación, realiza este cometido (Pérez Regordán, 1987 :14). El otro, es que los portadores del palio son personas de un sector social distinto de las que portan los pasos de las imágenes de las procesiones que se celebran en el pueblo, que no trabajan la tierra. Actualmente, quienes llevan el palio son artesanos -por tradición, trabajadores manuales distinguidos-, administrativos, funcionarios, etc. Antes, según mis noticias eran propietarios de tierras. Por el contrario, quienes llevan los tronos de las imágenes son trabajadores manuales agrícolas o con una cualificación profesional, al menos supuestamente, inferior a los artesanos. Es decir el llevar el palio también supone el reconocimiento de un cierto status social.
Por último, como indicamos anteriormente, la tercera función social de la fiesta del Corpus es la de ser vehículo a través del cual se refuerza la cohesión entre los miembros de las familias -en sentido extenso-, entre los vecinos y entre toda la comunidad local.
El adorno de las fachadas, por precisar la cooperación de dos personas al menos, es ocasión para que acudan a ayudar a los dueños de las casas miembros de su familia o amigos. Por consiguiente es ocasión para reforzar los lazos de solidaridad entre todos ellos, máxime si se tiene en cuenta el contexto festivo, la identificación del pueblo con la fiesta y, para muchos también, su significación religiosa. En cualquier caso, hay que destacar que las tareas de exorno, a pesar de requerir cierto esfuerzo físico, por la participación en la fiesta que implican, no suelen ser consideradas tediosas ni pesadas para la mayoría de los que las llevan a cabo. Por ello no hay vecinos de las calles por las que la procesión pasa que pudiendo participar en ellas no lo haga.
Asimismo el adorno de las calles es motivo para que se refuerce la cohesión entre todos los vecinos de la localidad. Así de una parte, quienes tienen su domicilio fuera del circuito procesional y trabajan en el adorno de las casas de sus empleadores o en las faenas que el ayuntamiento lleva a cabo en el referido conjunto de calles, también participan -aunque con la correspondiente retribución- en la preparación de la fiesta de forma análoga a como lo harían si vivieran en la parte del pueblo donde se celebra.
De otra parte, como el exorno de las calles representa un coste para la parte de la comunidad que, real o supuestamente, tenía mayor capacidad económica, la fiesta del Corpus pudiera ser, a través de lo lúdico, el precio simbólico que dicha parte de la comunidad había de pagar a la otra parte, la menos favorecida económicamente, por permitirle manifestar la superioridad de su status. Quizá, con ello se logra un equilibrio social que ha producido que, hasta el presente, nadie se haya cuestionado seriamente la forma en que la fiesta se celebra ni su traslado a otra zona del pueblo.
>No podemos acabar este artículo sin dejar de reconocer que se dejan de lado en el análisis de la fiesta de referencia algunos aspectos de su celebración que, indudablemente, arrojaría más luz sobre el sentido antropológico de la misma.
En primer lugar se prescinde de establecer la cronología a lo largo de la cual la fiesta ha ido adquiriendo la fisonomía con la que ahora la conocemos. Tal tarea comporta unas labores de investigación que escapan de las que, según indicamos al inicio, hemos utilizado, Sin embargo éstas sí nos han permitido conocer algunas modificaciones que han tenido lugar desde la terminación de la Guerra Civil hasta la actualidad y que son:
- La ampliación de la celebración al día siguiente al jueves, hecho que se registró en la inmediata posguerra. No podemos precisar las razones que llevaron a esta prolongación la fiesta pero, desde Juego, lo cierto es que con el mismo coste se obtiene un refuerzo de todas sus funciones y de significación.
- La procesión tiene una composición menos rígida. En la actualidad al Santísimo sigue el conjunto de los fieles sin un orden especial. Antes, tras los ciriales que la iniciaban, iban los niños en una fila y las niñas en otra. Le seguían las mujeres en dos filas. Tras ellas iba el Guión y tras él el Santísimo al que seguía la corporación municipal. Inmediatamente detrás iba la banda de música y finalmente, sin guardar ningún tipo de filas, los hombres. Por cierto que esta disposición según sexos y edades era la que se seguía habitualmente también en la asistencia a los cultos en la parroquia a lo largo del año. No hay que olvidar que a los más solemnes, los de Semana Santa, también asistía en un lugar preferente y reservado para ella, la citada corporación.
- Como ha quedado apuntado, el Ayuntamiento tiene un mayor protagonismo en la preparación de la fiesta y, concretamente, en el exorno de las calles. Ello se ha traducido visualmente en una uniformidad casi total en el adorno de las paredes, pues los ramos que proporciona son todos de eucalipto.
- Hasta la aplicación de los acuerdos del Concilio Vaticano II, el contenido religioso de la fiesta del Corpus se manifestaba también por la tarde. A esa hora, desde la víspera y durante siete días más se celebraba la Octava.
- El traslado de la fiesta al domingo con motivo de la última alteración del calendario litúrgico. Con ocasión de este traslado, el lunes se ha reinstaurado la procesión vespertina de la Virgen del Rosario, que hasta los años cincuenta salía el jueves.
A nuestro modo de ver, el que la fiesta se haya adaptado al cambio de día de la semana sin reticencia alguna por parte de nadie ni síntoma de decadencia viene a ratificarnos en la idea, antes ya expresada, de que su significación religiosa es la que a nivel consciente tiene mayor relevancia y por ello sirve de soporte -o pretexto, si se quiere- al resto de su carga significativa y funcional.
Finalmente debemos señalar que en el presente artículo tampoco tratamos el hecho de que el modo de celebrar la fiesta, al menos en el adorno de las calles, es emulado en Algodonales y El Gasto. Ello, a nuestro juicio, debe guardar alguna relación con que ambas localidades dependieron administrativamente hasta el siglo XIX de Zahara. Como prueba de ello, cabe decir que ni Grazalema ni Prado del Rey, que aunque son pueblos vecinos no dependieron de ella, no llevan a cabo ningún intento de imitación.