Historia.
Salvador Rodríguez Becerra.
Prólogo. El Corpus de Zahara: Crónica Personal.
La invitación a escribir un prólogo para un licro con los trabajos publicados hasta la fecha sobre esta fiesta me ha parecido una buan ocasión para contar la pequeña historia o crónica personal de esta festividad en los últimos treinta años, tiempo que hace que conozco esta celebración. Con ello pretendo dejar constancia de impresiones y datos que en el futuro sirvan para construir la historia de una de las fiestas más singulares de toda la comarca. El Corpus de Zahara está necesitado d eun estudio histórico y antropológico que habrá que acometer más pronto que tarde, pero ello requiere calma de lade que en este momento no dispongo.
Durante estos años he asistido "religiosamente" a la fiesta, he tomado notas dispersas y la he fotografiado desde todos los ángulos, como son buena prueba las fotografías que ilustran este texto. Cada año cuando llega junio y el calor se ha adueñado de todas la región, una de las citas obligadas para mi familia era recibir en nuestra casa del pueblo a los amigos que acudían en respuesta a nuestra invitación. A lo largo de estos años han pasado por el Corpus de Zahara muchas personas a las que queríamos mostrar una de las fiestas más originales y a la vez menos complejas de cuantas conozco.
Siempre me ha llamado la atención el número de visitantes que acudián cada año al pueblo y la cara de sorpresa que ponían cuando, acalorados por la subida de las cuesta que hay que salvar desde donde se deja el automóvil o el autocar hasta la plaza, centro de la vida social y ceremonial de esta localidad, se encontraban con el espectáculo insólito de unas calles cuyo pavimento estaba completamente alfombrado de juncia, en tal cantidad que no permitía ver el suelo, a lo que se unían, y esto resultaba aún más extraordinario, las ramas vegetales o "ramos" que cubrían la totalidad de las fachadas de las pequeñas casas o al menos superaban ampliamente el primer piso. Los ramos constituyen la excepcionalidad decorativa de esta fiesta, pues la juncia que cubre el suelo de las calles del recorrido ha sido prácticamente habitual en casi todos los pueblos y ciudades, aunque en cantidades muy inferiores.
La gente sigue acudiendo a lo largo de la mañana y poco a poco llena la plaza de Zahara, de España o del Rey -que todos estos nombres ha tenido-, la calle San Juan y la plazoleta de la ermita de San Juan de Letrán o de la virgen de los Dolores, la imagen de mayor devoción de la localidad. Algunos hacen incursiones previas en el itinerario de la procesión subiendo por la calle Ronda o ascendiendo desde la plaza para adentrarse en la calle Alta. En ésta los ramos forman una galería vegetal que consigue un efecto sorprendente, como consecuencia de su estrechez y en otro tiempo escasa altura de sus casas.
El conjunto de calles y plazas que conforman el itinerario procesional constituye durante unas horas en el centro ceremonial de la población; éste queda aislado del resto del pueblo pues los accesos quedan cortados por puertas almenadas que a modo de castillo rememoran los orígenes de la villa. Ello determina la creación de un circuito cerrado que excluye el tráfico rodado y permite gozar plenamente de la tranquilidad. El itinerario por donde discurre la procesión del Corpus es sin duda el más noble de la villa -en él se sitúan las casas de las en otro tiempo más prominentes familias- pero a la vez es más apto para los desfiles procesionales, pues discurre por dos tramos llanos. Esta causa no sería suficiente para justificarlo, pues otras procesiones del ciclo festivo no hacen este recorrido buscando una mayor participación del resto del pueblo.
La fiesta desde hace varias décadas se prolonga uno o dos días más, hasta el sábado cuando la fiesta se celebraba en jueves y desde que se celebra en domingo hasta el martes siguiente dado que el lunes ha sido declarado fiesta loca. Los gastos y preocupaciones que lleva aparejado montar esta fiesta son muy altos como para malgastarlos en una sola jornada. Pero en realidad es la importancia que los zahareños dan a esta fiesta, la primera y principal en el calendario festivo, la que sin duda ha provocado esta prolongación. Ello ha ido aparejado con la distinción que los zahareños hacen entre la fiesta para los forasteros, que es el día después. Cuando la fiesta litúrgica del Corpus Christi fue establecida en domingo los vecinos reaccionaron en contra de la decisión, pero la actitud del obispado y la dificultad autónoma, salvo alguna excepción, era día laborable, ha favorecido el que se aceptara su traslado.
Los vecinos, una vez colocados los ramos y esparcida la juncia, operación que se hace temprano, y una vez endomingados, es decir vestidos con traje y corbata, se pasean y van desde la baranda de la plaza a la del “Boquete de San Juan” para desde la altura mirar y contar los vehículos que van llegando por la serpenteante carretera, anteriormente desde el puente de Zahara sobre el Guadalete y ahora desde el dique de la presa. Este conteo se constituye en unos de los temas de conversación durante las primeras horas entre los paisanos que deambulan de la ermita a la parroquia. Llegada las doce o quizás la una, ello en función del cura párroco que desde hace muchos años sirve las parroquias de El Gastor y Zahara comienza la misa. Ésta se celebraba en otro tiempo en el atrio que dada su elevación sobre el resto de la plaza y la masiva afluencia de público constituía un lugar idóneo para ser presenciada por todos. La liturgia de la Eucaristía tenía lugar sobre un altar montado al efecto que tenía a modo de retablo dos cuerpos del monumento que el jueves santo se levantaba en el interior del templo.
Siempre me ha llamado la atención la alta estima que la gente de Zahara tuvo siempre a esta construcción arquitectónica desmontable en madera pintada de blanco. Como es sabido esta arquitectura en madera se ha usado durante siglos para reservar el cuerpo de Cristo durante los días en que conmemoramos la muerte de Jesús, y como según la liturgia tradicional no se comulgaba, las ostais consagradas se reservaban en unos de los últimos cuerpos del citado monumento en donde permanecía hasta el sábado a las doce de la noche. Este monumento se levantaba en el centro del crucero y dada su altura era necesario usar unas poleas, en este caso de madera, enganchadas en las argollas que todavía se aprecian en la cúpula, para elevar las piezas del rompecabezas que era el conjunto arquitectónico del monumento. Cada vez que este tema surge aparecen voces nostálgicas que alaban la grandeza y valor artístico del monumento, sin duda alguna inspirado en el de la catedral de Sevilla, pero lógicamente a bastante menor escala.
Pero volvamos a la plaza donde la misa ya ha empezado. Concelebran y ayudan a la misa varios sacerdotes, antiguos párrocos de la villa venidos expresamente para la fiesta. En la primera fila se puede ver el alcalde, el juez, el cabo o sargento de la Guardia Civil, un diputado a Cortes, o alguna autoridad provincial. En la plaza el murmullo de los paseantes, que eran mayoría, invitaba paco al silencio acostumbrado en estos actos litúrgicos; otros buscaban refugio en la caseta de estructura metálica y gran toldo verde que arrancaba desde el balcón del mirador y penetraba en la misma plaza hasta casi la farola. Desde hace algunos años la eucaristía se celebra en el interior del templo parroquial ante el retablo de la virgen de la Mesa.
Acabada la misa se organiza la procesión depositando la hostia consagrada en el viril y éste en la gran custodia u ostensorio portado por el párroco, a la que se le retira la base para así hacer más ligera la carga y que el sacristán coloca sobre cada uno de los altares. El palio es sostenido por seis hombres cercanos a la iglesia que generalmente son siempre los mismos, salvo bajas naturales o algún invitado de excepción. Abre el camino la cruz alzada y los ciriales y los niños que han hecho ese año su primera comunión, que de este modo lucen por segunda vez sus galas prenupciales; a poca distancia sigue el guión eucarístico de plata que despierta la curiosidad entre los presentes sobre todo por la campanitas que les cuelgan. Este estandarte lo ha llevado desde que conocemos la fiesta la misma persona, porque según le oí a un historiador local, era una tradición nacida de un privilegio que tenía el primogénito de una histórica familia de la localidad.
Ciertas familias que tienen casa en el itinerario por donde discurre la procesión, además de colocar los ramos preparan un pequeño altar donde se deposita la custodia unos minutos a modo de estación mientras se rezan unas oraciones, se entona algún canto eucarístico y se ofrece a la adoración mientras se alza la custodia.
En la descripción y análisis de estos altares no nos detendremos pues uno de los capítulos de este libro hace hincapié en ello. Los altares-estaciones se reparten irregularmente por el itinerario y tiene que ver más con el estatus social y la cercanía a la vida parroquial que con el descanso del sacerdote que porta el ostensorio, aunque esta sea la razón primigenia. La procesión se detiene en cada uno de los altares. Resulta especialmente atractivo por su emplazamiento el que se instala en el atrio de la ermita de san Juan de Letrán, donde los forasteros se hacen fotos como recuerdos.
La procesión sube por la empinada calle Ronda, donde hace otro par de paradas en otros tantos altares hasta alcanzar el llano en la calle Alta. Este último tramo es para muchos el más atractivo pues la estrechez, el quebrado trazado de la calle y la en otro tiempo escasa altura de las casas creaban unos espacios insólitos, en donde se sitúan otros tantos altares de gran atractivo. Tras bajar la corta pero escalonada cuesta donde los clérigos tienen que remangarse las prendas de las que van revestidos para no resbalar, el cortejo llega de nuevo a la plaza para definitivamente buscar la iglesia parroquial para entrar en el templo a los sones del himno nacional interpretado por la banda local.
Entre los numerosos visitantes destacan desde hace algún tiempo, la presencia de muchas personas de la tercera edad, que llegan en viajes organizados por diversas instituciones sociales. No faltan familias y parejas de las que van buscando las fiestas extraordinarias que se salen de lo ordinario y ofrecen algo nuevo que conocer: el llamado turismo cultural. El público abarrota las plazas y los establecimientos públicos, busca la sombra de las casas y los ramos, acompaña la procesión en su recorrido y finalmente se dispersa y desaparece una vez concluye la procesión, aproximadamente entre las dos y las tres de la tarde. Los zahareños se han desprendido de la chaqueta y la corbata y se disponen a comenzar, y la mayoría a continuar, las libaciones refrescantes de cerveza, manzanilla o fino que la temperatura y las fiestas exigen. Otros, los menos, se van a sus casas a atender a familiares, amigos e invitados que han venido con ocasión de la fiesta. Algunos hacen fiestas en su casa pero la mayoría llena los bares. Es el día de las fiesta mayor y algunas de las familias destacadas cursan invitaciones a sus amigos y forasteros con los que mantienen relaciones de amistad y/o negocios para hacerlos venir y que puedan ver admirar el pueblo vestido de gala, porque de gala se viste Zahara para el Corpus. Las autoridades locales hacen lo propio con algunas autoridades de fuera de la localidad.
Sobre las tres de la tarde la mayoría de los visitantes ha abandonado la población y la música suena estruendosa en la caseta hasta media tarde mientras consume, se charla e incluso se baila. La caseta actual es una amplia carpa bajo la cual pueden protegerse todos y en la que han desaparecido las barreras y controles. Durante muchos años y desde que se instala por primera vez, se la dotó de una verja que separaba a los vecinos. Había un dentro y fuera en un espacio público que sólo una ligera línea separaba. Desde que la vimos por primera vez pensamos que esta situación no se correspondía con la realidad social de un pequeño pueblo como Zahara pues marcaba diferencias entre los vecinos que entonces ya no respondían a la estructura social real.Este carácter restrictivo se acentuaba por la noche: las parejas agrupadas por amistad o afinidades sociopolíticas se sentaban en los veladores, charlaban y bailaban hasta la madrugada, mientras desde fuera unos pocos miraban. Era costumbre que se terminara con el baile desde la escoba en donde participaban casi todos los presentes. Esta caseta ha sido sustituida hace unos pocos de años por una amplia carpa que cubre prácticamente la plaza y en donde tiene cabida casi toda la población, repartiéndose el resto por los bares del amplio espacio festivo que conforman la plaza, la calle san Juan y las plazoletas de la ermita. En estas fiestas pueden verse parejas y familias que habitualmente están ausentes de estos espacios y establecimientos. Como en tanto otros lugares la juventud predomina ahora en la caseta e impone su música y sus horarios.
Este pueblo ha conseguido mantener una fiesta con gran esplendor y ha superado la crisis generalizada de esta festividad en los últimos decenios, lo que sin duda es consecuencia en gran parte de su pasado histórico. No deja ser meritorio haber montado una fiesta mayor a partir exclusivamente de la procesión de un símbolo tan abstracto como es el Corpus Christi. Probablemente el énfasis explicativo hay que ponerlo en el peso que la oligarquía: eclesiástica, agraria y burocrática, ha tenido durante siglos en la villa, y el que esta fiesta sintetizara sus valores y concepción de la vida. La riqueza artística de su patrimonio religioso expresado en el templo parroquial: el retablo mayor, la artística custodia, el guión sacramental de plata y los valiosos ternos litúrgicos, así lo demuestran. El Corpus está indisolublemente unido a la vida de Zahara, probablemente desde que fuera conquistada la villa y fortaleza por primera vez en 1407 puesto que la celebración de la fiesta se había generalizado en Andalucía durante los siglos XIV-XV. Esta villa conquistada casi cien años antes que los demas territorios circunvecinos, fue cabecera de un señorío que dio nombre a un marquesado, cabeza de una vicaría y posteriormente sede de un arciprestazgo del arzobispado de Sevilla, y ello dado el carácter eclesiastico y estamental de una fiesta, sin duda ha tenido mucho que ver en la identificación de este pueblo con la celebración del Corpus Christi.
Quiero finalmente desde estas líneas, felicitar a los zahareños y a la instituciones que lo representan porque han hecho posible este primer libro sobre la fiesta del Corpus. Espero y deseo que a éste sigan otros en los próximos años, fruto de la reflexión y de la búsqueda de respuestas a los posibles déficit que la fiesta pudiera plantear, lo cual sería señal inequívoca de que sigue viva y constituye uno de los elementos más notorios de la identidad de esta villa.